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  Testamento de Neftalí
 

 

 

 

TESTAMENTO DE NEFTALÍ

 

Cap. 1

 

1 Copia del testamento de Neftalí, de lo que dispuso en el momento de su muerte, cuando tenía ciento treinta y dos años.

 

2 Se reunieron sus hijos en el mes séptimo, el cuarto día, cuando aún gozaba de salud, y preparó para ellos un blanquete con abundancia de bebida.

 

3 Al despertarse por la mañana, les dijo: Me estoy muriendo. Pero no le creían.

 

4 Alabó al Señor y les confirmó que tras el banquete, ya celebrado el día anterior, habría de morir.

 

5 Comenzó, pues, a decir a sus hijos: Escuchen, hijos míos, descendientes de Neftalí; escuchen las palabras de su padre.

 

6 Yo nací de Bala. Pero ya que Raquel había actuado astutamente y había dado Bala a Jacob en vez de ella misma, y porque mi madre me alumbró sobre las rodillas de Raquel, por todo ello fui llamado Neftalí.

 

7 Raquel me amó porque había nacido sobre sus rodillas. Cuando yo era aún un muchacho tierno, me besaba y decía: “¡Ojalá pueda ver yo un hermano tuyo parecido a ti nacido de mi vientre!”.

 

8 Por eso José era semejante a mí en todo por las plegarias de Raquel.

 

9 Pero mi madre es Bala, hija de Roteo, hermano de Débora, la nodriza de Rebeca, que nació el mismo día que Raquel.

 

10 Roteo era del linaje de Abrahán, caldeo, temeroso de Dios, libre y noble.

 

11 Hecho prisionero, fue comprado por Labán, quien le dio como mujer a Ena, su sierva. Ésta le parió una hija a la que llamó Zelfa, según el nombre del lugar en que había sido hecho prisionero.

 

12 Luego dio a luz a Bala y dijo: Mi hija es mujer ansiosa de novedades, pues nada más nacer ya se apresura a mamar.

 

Cap. 2

1 Puesto que yo era ligero de pies como un ciervo, mi padre Jacob me utilizaba como portador de noticias y mensajes. También me bendijo como a un ciervo.

2 El ceramista conoce su vasija , qué capacidad ha de tener, y emplea para ello el barro apropiado: así el Señor fabrica el cuerpo a semejanza del espíritu y dispone éste según la fuerza de aquél.

 

3 No hay desarmonía de uno respecto al otro ni en un pelo, pues toda creación del Altísimo está hecha según peso, medida y regla.

 

4 El ceramista conoce el empleo de cada una de sus vasijas, para qué es apropiada; así el Señor conoce el cuerpo, hasta dónde se extenderá en lo bueno y hasta dónde llegará en lo malo.

 

5 Pues no hay forma alguna ni pensamiento que no conozca el Señor: él ha creado a todo ser humano según su semejanza.

 

6 Según su fuerza, así es su acción; según su mente, así sus realizaciones. Según su propósito, así su actuación. Como es su corazón, así también su boca. Como es su ojo, así su sueño, y como es su alma, así su palabra, según la ley del Señor o según la de Beliar.

 

7 Como hay una división entre luz y tinieblas y entre la vista y el oído, así la hay entre un hombre y otro, entre una mujer y otra: no puede decirse que alguno sea igual a otro en apariencia y entendimiento.

 

8 Dios ha hecho todas las cosas hermosas según un orden: cinco sentidos en la cabeza; a ésta va unido el cuello y el cabello como adorno; luego, el corazón para el entendimiento, el vientre para excreción del estómago, la tráquea para la salud, el hígado para la ira, la bilis para la amargura, el bazo para la risa, los riñones para la astucia, los lomos para la fuerza, las costillas para servir de recipiente (a los

pulmones), la cadera para la potencia y así sucesivamente.

 

9 Así pues, hijos míos, que todas sus obras se realicen para el bien dentro de un orden, por lo que no hagáis nada desordenado por desprecio ni fuera de su momento oportuno.

 

l0 Si ordenaras a tu ojo oír, no podría; así tampoco podréis hacer las obras de la luz en las tinieblas.

 

Cap. 3

 

1 No se apresuren a desvirtuar sus acciones por la avaricia ni a engañar sus almas con vanas palabras, porque guardando silencio con pureza de corazón aprenderán a manteneros firmes en la voluntad de Dios y arrojar fuera la del diablo.

2 El sol, la luna y las estrellas no cambian su orden: no trastoquen tampoco ustedes la ley de Dios por el desorden de sus acciones.

 

3 Los gentiles, equivocados y apartados del Señor, cambiaron su orden, fueron tras piedras y leños siguiendo a los espíritus del error.

4 No sean así ustedes, hijos míos, sino reconozcan en el firmamento, en la tierra y el mar y en todas sus obras al Señor que todo lo creó, para que no sean como Sodoma, que trastocó el orden de su naturaleza.

 

5 Igualmente cambiaron el orden de su naturaleza los Vigilantes, a quienes condenó el Señor a la maldición del diluvio, por cuya culpa dejó la tierra desierta, sin frutos ni asentamientos humanos.

 

Cap. 4

 

1 Les digo esto, hijos míos, porque he leído en el sagrado libro de Enoc que también ustedes se apartarán del Señor, caminando por las maldades de los gentiles y cometiendo todas las impiedades de Sodoma.

 

2 El Señor traerá sobre ustedes la esclavitud y servirán allí a sus enemigos; los verán abrumados por toda clase de daños y tribulaciones hasta que el Señor los aniquile a todos.

3 Pero después que los haya disminuido y reducido a la insignificancia, se convertirán y reconocerán al Señor su Dios. Él los hará volver a su tierra según la abundancia de su misericordia.

4 Pero ocurrirá que, cuando tornen a la tierra de sus padres, volverán a olvidarse del Señor y actuarán impíamente.

5 El Señor los dispersará sobre la faz de la tierra hasta que venga su misericordia.

 

Cap. 5

 

1 Cuando tenía yo cuarenta años, vi en una visión, en el Monte de los Olivos, al este de Jerusalén, que el sol y la luna se habían quedado inmóviles.

 

2 Entonces Isaac, nuestro abuelo, nos dijo: Corran y tomen cada uno según su fuerza: el sol y la luna serán de quien los tome.

 

3 Todos corrimos a la vez. Leví se apoderó del sol, y Judá, adelantándose, de la luna, y ambos fueron elevados

a lo alto con los astros.

4 Cuando Leví era ya como el sol, un joven le entregó doce ramos de palmera. Judá resplandecía como la luna, y bajo sus pies había doce rayos.

5 Leví y Judá corrieron y se apoderaron de ellos.

6Sobre la tierra había un toro que tenía dos cuernos grandes y alas de águila sobre su lomo. Quisimos cogerlo, pero no pudimos.

7 José se adelantó y lo tomó, subiendo con él a lo alto.

8 Vi que estábamos en un jardín y que una escritura santa se nos aparecía y nos decía: Los asirios, medos, persas, elamitas, caldeos y sirios recibirán como herencia las doce tribus cautivas de Israel.

 

Cap. 6

 

1 Otra vez, siete meses después, vi a mi padre Jacob de pie en el mar de Yamnia, y nosotros sus hijos estábamos con él.

 

2 Y he aquí que arribaba un navío lleno de salazones, pero sin marineros ni patrón, que tenía grabado el nombre de “Barco de Jacob”.

5 Nos dijo nuestro padre: Embarquémonos en nuestra nave.

4 Así lo hicimos, y se desencadenó una fuerte tormenta y un terrible vendaval. Nuestro padre, que iba al timón, fue arrebatado de nuestro lado.

 

5 Nosotros, empujados por la tormenta, éramos llevados por el mar. La nave se llenó de agua y se veía agitada por tremendas olas hasta que zozobró.

 

6 José huyó sobre un esquife, y nosotros nos repartimos sobre diez tablas, pues Leví y Judá iban sobre la misma.

 

7 Nos dispersamos todos hasta los últimos confines.

8 Pero Leví se cubrió de saco y rogó por todos nosotros al Señor.

 

9 Cuando cesó la tormenta, el barco se aproximó a tierra, como cuando hay calma.

 

10 Y he aquí que en él llegó nuestro padre Jacob y todos nos alegramos con un solo corazón.

 

Cap. 7

 

1 Conté los dos sueños a mi padre, quien me dijo: Es necesario que se cumplan estas cosas en su momento oportuno, después que Israel haya sufrido mucho.

 

2 Luego añadió mi padre: Tengo confianza en Dios de que José vive; continuamente y por todas partes el Señor lo sigue contando como uno de nosotros.

 

3 Y, llorando, prosiguió: Vives, José, hijo mío, pero no te veo; y tú tampoco ves a Jacob, el que te engendró.

 

4 Estas palabras suyas nos hicieron llorar también a nosotros. Mis entrañas ardían en deseos de decirle que José había sido vendido, pero sentí temor de mis hermanos.

 

Cap. 8

 

1 Vean, hijos míos, cómo les he mostrado los últimos tiempos, ya que todo sucederá así en Israel.

2 Ordenen, pues, a sus hijos que sean uno con Leví y Judá, pues por éste surgirá la salvación para Israel, y en él será bendito Jacob.

3 Por medio de su tribu se revelará Dios sobre la tierra para salvar al pueblo de Israel y congregará a los justos de entre los gentiles.

 

4 Si obraran el bien, hijos míos, nos bendecirán los hombres y los ángeles, y Dios será glorificado entre los gentiles por su medio. El diablo huirá de ustedes y las fieras les temerán.

 

5 Pero al que no obre el bien lo maldecirán los ángeles y los hombres; Dios se verá privado de gloria entre los gentiles por su causa, y el diablo habitará en él como en propio receptáculo. Las fieras le dominarán, y el Señor lo odiará.

 

6 Pues los mandamientos de la ley son dobles, y hay que cumplirlos con prudencia.

 

7 Pues hay un momento para la unión con la propia mujer y otro de abstenerse para la oración.

 

8 Las dos cosas son mandamiento y, si no ocurren en su orden, hacen al hombre cometer pecado. Y lo mismo ocurre con el resto de los preceptos.

 

9 Sean, pues, sabios en Dios y prudentes, y reconozcan el orden de sus mandamientos y las leyes de cada asunto, de modo que el Señor los ame.

 

Cap. 9

 

1 Ordenándoles muchas cosas por el estilo, les pidió que transportaran sus huesos a Hebrón y que lo enterraran con sus padres.

 

2 Comió y bebió con alegría. Luego cubrió su rostro y murió.

 

3 Sus hijos hicieron todo lo que les ordenó Neftalí, su padre.

 

 
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