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  Testamento de Benjamín
 

 

 

TESTAMENTO DE BENJAMÍN

 

Cap. 1

 

1 Copia de las palabras de Benjamín, de lo que dispuso a sus hijos tras haber vivido ciento veinticinco años.

 

2 Los besó y les habló así: A Abrahán le nació Isaac cuando tenía cien años; a la misma edad le nací yo a Jacob.

 

3 Como Raquel murió al darme a luz, no tenía leche, pero me amamantó Bala, su sirvienta.

 

4 Raquel, tras parir a José, permaneció estéril doce años. Pero imploró al Señor con ayunos durante doce días, concibió y me parió a mí.

5 Nuestro padre amaba a Raquel muchísimo y rogaba a Dios que le concediera ver a dos hijos nacidos de ella.

6 Por esta razón me llamaron Benjamín, es decir, “hijo de días”.

 

Cap. 2

 

1 Cuando llegué a Egipto y me reconoció mi hermano José, me preguntó: ¿Qué dijeron a mi padre cuando me vendieron?

2 Le respondí: Impregnaron de sangre tu túnica y se la enviaron con estas palabras: “Mira si es ésta la túnica de tu hijo”.

 

3 Añadió José: Sí, hermano; cuando me tomaron los ismaelitas, uno de ellos me despojó de la túnica, me dio algo con qué taparme y, tras propinarme unos latigazos, me ordenó caminar.

 

4 Pero, cuando iba a esconder mi túnica, le salió al encuentro un león y lo mató.

5 Así, sus camaradas, llenos de temor, me vendieron a otros compañeros.

 

Cap. 3

 

1 Ustedes, pues, hijos míos, amen al Señor, Dios del cielo, y guarden sus mandamientos imitando a José, varón bueno y santo.

 

2 Ocupen su mente de lo bueno, como saben que hago yo. El que tiene una mente sana todo lo mira rectamente.

3 Teman al Señor y amen al prójimo. Aunque los espíritus de Beliar soliciten abrumarlos con toda clase de maldad y angustia, no se enseñorearán de ustedes, como tampoco de José, mi hermano.

4 ¡Cuántos hombres quisieron matarle!, pero el Señor le protegió. Pues el que teme a Dios y ama a su prójimo no puede ser golpeado por el espíritu etéreo de Beliar, protegido como está por el temor de Dios.

5 No podrán enseñorearse de él las insidias de los hombres o las bestias salvajes, porque le ayuda el amor de Dios, el mismo que él tiene a su prójimo.

 

6 José suplicó a nuestro padre que rogara por sus hijos para que el Señor no les tuviera en cuenta lo malo que contra él habían tramado.

7 Exclamó así Jacob: ¡Hijo mío, José!, ¡hijo excelente!, tú has conmovido las entrañas de tu padre Jacob. Y, rodeándole con sus brazos, le estuvo besando durante dos horas con estas palabras:

 

8 En ti se cumplirá la profecía del cielo, para la salvación de Israel, con lo que destruirá a Beliar y a sus servidores.

 

Cap. 4

1 Vean, hijos míos, el final del varón bueno. Imiten con bondad de pensamiento sus entrañas de misericordia, para que ustedes porten también las coronas de gloria.

2 El hombre bueno no tiene ojos tenebrosos, pues siente misericordia de todos, aunque sean pecadores.

 

3 Aunque tramen algo malo contra él, vence al mal obrando el bien, protegido por la bondad; y a los justos ama como a sí mismo.

 

4 Si alguien recibe alabanzas, no siente envidia. Si alguno se enriquece, no siente celos. Si alguno es valiente, lo alaba; cree y ensalza al prudente, tiene misericordia del pobre, se compadece del enfermo, entona himnos a Dios.

5 Protege a quien tiene temor de Dios, colabora con el que lo ama, convierte con sus reprimendas a quien niega al Altísimo, y a quien tiene la gracia del espíritu bueno lo ama con toda su alma.

 

Cap. 5

 

1 Si poseen una mente recta, hijos, incluso los hombres malvados tendrán paz con ustedes, y los disolutos, por respeto a ustedes, se tornarán hacia el bien; los avaros no sólo se apartarán de su pasión, sino que darán del

producto de su avaricia a los afligidos.

2 Si obran el bien, incluso los espíritus inmundos se apartarán de ustedes y las

fieras mismas les temerán.

3 Pues donde existe luz en la mente (que se traduce) en obras buenas, huyen las tinieblas.

4 Si alguien hace daño a un varón pío, lleva la penitencia, pues el Santo siente misericordia del insultador y guarda silencio.

5 Si alguien traiciona a un alma justa, ésta se tornará a la plegaria; se verá humillada por poco tiempo, pero no mucho después aparecerá con mayor brillantez, tal como le ocurrió a José, mi hermano.

 

Cap. 6

 

1 La mente del hombre bueno no está en poder de Beliar, espíritu del error, pues el ángel de la paz guía su alma.

2 No contempla con pasión lo perecedero ni acumula riquezas por amor al placer.

3 No se complace en la voluptuosidad; no causa tristeza al prójimo, no se satura con platos exquisitos, no se deja seducir con lo que contemplan sus ojos, pues su heredad es el Señor.

 

4 La mente buena no admite la honra o la deshonra de los hombres; no conoce en absoluto el dolor y el engaño ni la disputa y el insulto, pues (el Señor) habita en él, ilumina su alma y es objeto de alegría para todos los hombres en todo momento.

5 La mente recta no tiene dos lenguas, una para la bendición y otra para la maldición, para el insulto y la honra, para tristeza y alegría, para tranquilidad y turbación, hipocresía y verdad, sino que mantiene respecto a todos una única disposición, sencilla y pura.

6 Tampoco tiene una visión o audición doble, pues sabe que en todo lo que obra, habla o mira, el Señor vigila su alma.

 

7 Mantiene pura su mente para no ser condenado por Dios o los hombres. Pero todas las obras de Beliar son dobles y no conoce la sencillez.

 

Cap. 7

 

1 Por ello, hijos míos, huid de la maldad de Beliar, pues proporciona una espada a quienes le obedecen.

 

2 Esta espada es la madre de siete males. Primero, la envidia; segundo, la destrucción; tercero, la angustia; cuarto, la cautividad; quinto, la necesidad; sexto, la turbación; séptimo, la desolación.

3 Por ello, Caín fue entregado por Dios a siete castigos: cada cien años hacía caer el Señor sobre él una plaga.

 

4 Cuando tuvo doscientos años, comenzó a padecer, y a los novecientos quedó privado (de la vida) durante el diluvio a causa de Abel, su justo hermano. Caín fue condenado a siete males, pero Lamec a setenta y siete.

 

5 Serán castigados para siempre con el mismo castigo de Caín los que se asemejaren a éste en el odio envidioso a su hermano.

 

Cap. 8

 

1 Ustedes, pues, hijos míos, huyan de la maldad, de la envidia y del odio fraterno, y apegaos a la bondad y al amor.

2 El que tiene una mente pura en el amor no mira a una mujer para fornicar, pues no reside la inmundicia en su corazón, ya que en él habita el espíritu de Dios.

3 El sol no se mancha cuando brilla sobre el estiércol y el fango, sino que reseca a ambos y aleja el mal olor. Del mismo modo, la mente pura, constreñida a vivir entre los miasmas de la tierra, se edifica, pero no se mancha.

 

Cap. 9

 

1 Deduzco de las Palabras de Enoc el justo que se darán entre ustedes acciones no buenas. Fornicarán al estilo de Sodoma y perecerán salvo unos pocos. Harán revivir la pasión voluptuosa por las mujeres, y el reino de Dios no estará entre ustedes, porque él mismo lo apartará.

2 Sin embargo, el templo de Dios se ubicará en su heredad; allí se congregarán las doce tribus y todos los pueblos.

 

3 Entrará en el primer templo; allí será injuriado, despreciado y exaltado sobre un madero.

 

4 El velo del templo se rasgará y el Espíritu de Dios se pasará a las naciones, como fuego que se expande.

 

5 Y, tras subir del Hades, ascenderá de la tierra al cielo. Yo he visto cuán humilde será sobre la tierra y cuán glorioso en el cielo.

 

Cap. 10

 

1 Cuando José estaba en Egipto, deseaba ver su rostro y todo su porte y figura. Gracias a las plegarias de mi padre Jacob lo vi, despierto durante el día, según era él totalmente.

 

2 Sepan, hijos míos, que me estoy muriendo.

3 Que cada uno trate con verdad y justicia a su prójimo. Obren fielmente y guardad la ley del Señor y sus mandamientos.

4 En vez de herencia, les lego estas enseñanzas. Transmítanlas a sus hijos para que las mantengan por siempre, pues esto hicieron también Abrahán, Isaac y

Jacob.

 

5 Todas estas cosas fueron las que ellos nos dieron en herencia, ordenándonos así: guarden los mandamientos del Señor hasta que él revele su salvación a todas las naciones.

6 Entonces verán a Enoc, Noé, Sem, Abrahán, Isaac y Jacob resucitados, a la derecha, llenos de júbilo.

 

7 Entonces resucitaremos también nosotros, cada uno en su tribu.

 

8 Entonces resucitarán todos, unos para la gloria, otros para la deshonra. Juzgará el Señor, en primer lugar, a Israel por las impiedades contra él cometidas.

 

9 Entonces juzgará también a las gentes.

10 Por medio de los gentiles elegidos reprobará a Israel, como le ocurrió a Esaú por los madianitas, quienes permitieron que se convirtieran en hermanos suyos por su fornicación e idolatría. Por ello se apartó de Dios. Así, pues, hijos míos, formad parte de los que temen al Señor.

11 Pero ustedes, si proceden con santidad ante el Señor, volverán a habitar conmigo en esperanza, y todo Israel se congregará ante el Señor.

 

Cap.11

1 Ya no me llamarán lobo rapaz por sus rapiñas, sino operario del Señor que reparte el alimento a los que obran el bien.

 

2 En los últimos días surgirá de mi linaje el amado del Señor, que escucha sobre la tierra su voz y pone por obra el beneplácito de su voluntad. (Ilumina a todas las naciones con un conocimiento nuevo, caminando por Israel para su salvación como luz del conocimiento y, como un lobo, robando de entre ellos y

traspasándola a la congregación de los gentiles.

 

3 Hasta la consumación de los siglos estarán en las reuniones y entre

los jefes de los gentiles como una melodía en la boca de todos.

 

4Se verán escritas en libros santos su obra y su palabra], y será el Elegido de Dios para siempre.

5 Sobre él me instruyó mi padre Jacob así: “Él suplirá las deficiencias

de tu tribu”.

 

Cap. 12

 

1 Cuando Benjamín hubo concluido estas palabras, les dijo: Les ordeno, hijos míos, que saquen mis huesos de Egipto y me entierren en Hebrón, cerca de mis padres.

2 Murió Benjamín a los ciento veinticinco años en una plácida vejez, y lo colocaron en un ataúd.

3 En el año nonagésimo primero de la entrada de los hijos de Israel en Egipto, ellos y sus hermanos sacaron los huesos de sus padres ocultamente, durante la guerra con Canaán, y los enterraron en Hebrón a los pies de sus antepasados.

 

4 Regresaron luego de la tierra de Canaán y habitaron en Egipto hasta el día de su salida de aquella tierra.

 
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