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  Testamento de Judá
 


TESTAMENTO DE JUDÁ

 

Cap. 1

 

1 Copia de las palabras de Judá dirigidas a sus hijos antes de su muerte.

 

2 Se congregaron todos y fueron a verle. Entonces les dijo:

 

3 Yo fui el cuarto hijo de mi padre. Mi madre me llamó Judá, pues a sí misma se decía: “Doy gracias al Señor porque me ha dado un cuarto hijo”.

 

4 Yo era rápido y diligente en mi juventud y obedecía a mi padre en todo,

 

5 respetando a mi madre y a su hermana.

 

6 Cuando me hice hombre, mi padre me bendijo así: “Serás rey y tendrás éxito

en todas tus cosas”.

Cap. 2

 

1 El Señor me concedió gracia en todas mis obras, en el campo y en la casa.

 

2 Cuando me di cuenta de que podía competir con las ciervas en velocidad, cacé una y la preparé como comida para mi padre.

 

3 Vencía a las gacelas en la carrera y apresaba todo lo que había en la llanura. Me apoderé de una yegua salvaje y la domé.

 

4 Maté a un león y arranqué a un cabrito de su boca. Arrastrando a un oso por las patas, lo lancé por un precipicio. A cualquier animal salvaje que se me enfrentaba lo desgarraba como si fuera un perro.

 

5 Competí con un jabalí, le gané a la carrera y lo destrocé.

 

6 En Hebrón, un leopardo cayó sobre un perro; lo agarré por la cola, lo lancé como si fuera un venablo y se reventó en dos.

 

7 A un toro salvaje que pastaba en la región lo agarré por los cuernos, le di vueltas en círculo, lo cegué y lo aniquilé derribándolo en tierra.

 

Cap. 3

 

1 Cuando avanzaron contra mis rebaños los dos reyes de los cananeos, cubiertos con corazas y con mucha gente a su alrededor, corrí en solitario contra el rey Asur, lo agarré, le golpeé en sus grebas, lo tiré al suelo y acabé así con él.

2 También eliminé al otro rey, Tafué, que se mantenía a lomos de su caballo; así dispersé a todo el ejército.

 

3 Contra el rey Acor, un gigante que lanzaba sus dardos a caballo por delante y por detrás, levanté una piedra de sesenta libras, la lancé, golpeé a su caballo y lo maté.

 

4 Luché luego contra Acor durante dos horas y lo maté también: dividí en dos partes su escudo y le corté los pies.

 

5 Cuando estaba despojándole de su coraza, ocho compañeros suyos se dispusieron a luchar contra mí.

 

6 Enrollé mi capa en mi brazo, lancé contra ellos piedras con mi honda; maté a

cuatro, y el resto huyó.

 

7 Jacob, mi padre, acabó con Beelisa, el jefe de todos los reyes, un gigante forzudo de doce codos de estatura.

 

8 Les invadió el terror y dejaron de hacernos la guerra.

 

9 Por esta razón no se angustiaba mi padre con las guerras, ya que yo estaba entre mis hermanos;

 

10 pues había tenido una visión sobre mí: que un ángel poderoso me seguía en todas mis acciones, de modo que no podía ser vencido.

 

Cap.4

 

1 En el sur tuvimos una guerra más encarnizada que en Siquém. Me dispuse en orden de batalla con mis hermanos, perseguí a mil hombres y maté a doscientos de ellos y a cuatro reyes.

 

2 Me lancé contra ellos sobre la muralla y abatí a otros dos reyes.

 

3 Así liberamos Hebrón y recuperamos a todos los prisioneros de esos reyes.

 

Cap. 5

 

1 Al día siguiente nos fuimos a Areta, ciudad fuerte, amurallada e inaccesible, que nos amenazaba de muerte.

 

2 Gad y yo nos acercamos a la ciudad por el este, y Rubén y Leví, por el occidente y el sur.

 

3 Los de la muralla pensaron que estábamos solos y se lanzaron hacia abajo contra nosotros.

4 Entonces, secretamente, mis hermanos escalaron la muralla ayudándose de clavijas y entraron a la ciudad sin que los enemigos se enteraran.

 

5 Tomamos la ciudad a punta de espada. Otros habían huido a la torre, pero le prendimos fuego y así nos apoderamos de todo.

 

6 Cuando nos retirábamos, los hombres de Tafué cayeron sobre nuestro botín de prisioneros. Se lo dejamos a nuestros hijos y luchamos contra ellos hasta Tafué misma.

 

7 Los matamos, incendiamos su ciudad y pillamos todo lo que en ella había.

 

Cap. 6

 

1 Cuando estábamos cerca de las aguas de Cozebá, los hombres de Jobel vinieron contra nosotros en son de guerra.

 

2 Peleamos contra ellos y matamos a sus aliados, los de Silón, sin darles la oportunidad de salir contra nosotros.

 

3 Los de Maquir se nos enfrentaron al quinto día para apoderarse de nuestro botín. Nos lanzamos contra ellos y los vencimos en una ruda batalla, puesto que había entre ellos gran cantidad de valientes. Los matamos antes de que completáramos la subida.

 

4 Cuando nos acercamos a su ciudad, sus mujeres hacían rodar piedras contra nosotros desde lo alto del monte en que estaba emplazada la villa.

 

5 Ocultándonos Simeón y yo por detrás, nos apoderamos de las alturas y aniquilamos toda la ciudad.

 

Cap. 7

 

1 Al día siguiente nos comunicaron que el rey de la ciudad de Gaas venía contra nosotros con una muchedumbre fuertemente armada.

 

2 Dan y yo, fingiéndonos amorreos, entramos como aliados en su ciudad.

 

3 En medio de la oscuridad nocturna vinieron nuestros hermanos, les abrimos las puertas y los aniquilamos a ellos y a sus propiedades. Nos repartimos todas sus riquezas y abatimos sus tres murallas.

 

4 Nos acercamos a Tamná, donde se habían concentrado en su huida las huestes de los reyes enemigos.

 

5 Me insultaron y me irrité. Me lancé hacia la cima contra ellos, mientras me arrojaban flechas y piedras con sus hondas.

6 Si Dan, mi hermano, no hubiera luchado conmigo, habrían podido matarme.

 

7 Pero nos lanzamos contra ellos con gran ira, y huyeron todos. Yendo por otro camino, suplicaron a mi padre, quien firmó con ellos la paz.

 

8 No les hicimos ningún daño, sino que concluimos un tratado y les devolvimos todo nuestro botín.

 

9 Yo edifiqué Tamná, y mi padre, Rambael.

 

10Tenía yo veinte años cuando tuvo lugar esta guerra.

 

11 Los cananeos nos tenían miedo, a mí y a mis hermanos.

 

Cap. 8

 

1Poseía yo muchos rebaños y, como mayoral, a Irán el odolamita.

 

2 Cuando yo me dirigía hacia él, vi a Barsán, rey de Odolán, que preparó para nosotros un banquete. Me exhortó a que aceptara a su hija Besué como

mujer.

 

3 Ella me parió a Er, Onán y Selón. A dos de ellos los hizo morir el Señor sin hijos. Pero Selón vivió, y ustedes son sus hijos.

 

Cap. 9

 

1 Durante dieciocho años, desde que llegamos de Mesopotamia de casa de Labán, mantuvimos la paz, mi padre y nosotros, con Esaú, su hermano, e igualmente con los hijos de éste.

 

2 Cuando pasaron estos años, teniendo yo cuarenta, vino contra nosotros Esaú, el hermano de mi padre, con multitud de gentes valerosas y fuertemente armados.

 

3 Esaú cayó bajo el arco de Jacob, fue llevado (casi) muerto al monte Seír y murió cuando se dirigía a Eirramna.

 

4 Nosotros perseguimos a los hijos de Esaú. Tenían éstos una ciudad con muros de hierro y puertas de bronce. No pudimos entrar en ella, sino que asentamos nuestro campamento y los sometimos a asedio.

 

5 Como no abrían las puertas después de veinte días, ante sus mismos ojos acerqué una escalera y puse el escudo sobre mi cabeza. Subí entonces, recibiendo una lluvia de piedras de hasta tres talentos de peso. Pero subí y maté a cuatro de los más aguerridos entre ellos.

 

6 Al día siguiente ascendieron Rubén y Gad y mataron a otros seis.

7 Entonces nos pidieron la paz. Nos avenimos al consejo de nuestro padre y los aceptamos como tributarios.

 

8 Nos proporcionaban doscientas medidas de trigo, quinientas de aceite y mil quinientas de vino hasta que bajamos a Egipto.

 

Cap. 10

 

1 Después de estos acontecimientos, mi hijo Er trajo a Tamar, hija de Arán, desde Mesopotamia y la tomó como mujer.

 

2 Pero Er era malvado y tenía dudas de Tamar porque no era de la tierra de Canaán. Un ángel del Señor lo mató durante la noche del tercer día.

 

3 Él no llegó a conocerla, siguiendo las malas artes de su madre, pues no quería

tener hijos de ella.

 

4 En los días mismos de la fiesta de bodas se la di por esposa a Onán. Pero éste, por su maldad, no la conoció, aunque vivió con ella un año.

 

5 Cuando lo amenacé, se acostó ciertamente con ella, pero dejaba perecer su esperma sobre la tierra, según la orden de su madre. También él murió por su maldad.

 

6 Quise luego dársela por esposa a Selón, pero mi mujer Besué no lo permitió. Quería mal a Tamar porque no era de las hijas de Canaán, como ella.

 

Cap. 11

 

1 Yo sabía que era malo el linaje de Canaán, pero el impulso de la juventud cegó mi corazón.

 

2 La vi cuando escanciaba vino; la embriaguez me sedujo y caí a sus pies.

 

3 Ella, estando yo ausente, se fue y tomó para Selón mujer entre las hijas de Canaán.

 

4 Cuando supo lo que había hecho, la maldije en medio del dolor de mi alma.

 

5 Ciertamente, ella murió también por la maldad de sus hijos.

 

Cap. 12

 

1 Tras estos hechos, dos años después, siendo ya viuda, oyó Tamar que yo subía a esquilar las ovejas. Se engalanó de novia y se sentó delante de la puerta, en la ciudad de Enán,

 

2 pues existe la costumbre entre los amorreos de que la prometida en matrimonio se siente como ramera durante siete días a la puerta de la ciudad.

 

3 Yo me había embriagado y no la conocí por los efectos del vino. Su belleza me sedujo gracias a la forma de sus adornos.

 

4 Me incliné ante ella y le dije: Voy a tu casa. Me respondió: ¿Qué me das? Yo le entregué mi bastón, mi cinturón y la diadema real. Me uní a ella, y quedó encinta.

 

5 Sin saber lo que ella había hecho, quise matarla. Pero ella me envió secretamente las prendas y me hizo avergonzarme.

 

6 La llamé y escuché las palabras secretas que, durmiendo con ella, había pronunciado en mi embriaguez. No pude matarla porque la cosa venía de Dios.

 

7 Yo me decía: ¿acaso ha actuado con engaño tras recibir de otra las prendas?

 

8 Pero no me acerqué a ella hasta los días de mi muerte, ya que había cometido esta impiedad en todo Israel.

 

9 Los vecinos de la ciudad decían, además, que en la puerta no había ninguna prostituta; que había venido de otra región y que se había sentado allí durante poco tiempo.

 

l0 Pensé que nadie se había enterado de que yo había ido a su casa.

 

11 Después de estos sucesos fuimos a Egipto, junto a José, a causa del hambre.

 

12 Cuarenta y seis años tenía entonces, y viví allí setenta y tres.

 

Cap. 13

 

1 Hijos míos, oigan lo que les ordena su padre; guarden todas mis palabras, para que cumplan los preceptos del Señor y obedezcan los mandamientos del Señor Dios.

 

2 No caminen tras sus deseos ni según los pensamientos de sus mentes con el orgullo de sus corazones. No se vanaglorien con la fortaleza de sujuventud, porque también eso es malo ante los ojos del Señor.

 

3 Yo me había gloriado de que, durante mis guerras, no me había engañado ningún rostro de mujer hermosa y había colmado de oprobios a Rubén, a causa de Bala, la mujer de mi padre. Pero los espíritus de la envidia y la fornicación se dispusieron contra mí hasta que caí ante Besué, la cananea, y ante Tamar, la esposa de mis hijos.

 

4 Decía yo a mi suegro: “Deliberaré con mi padre y así aceptaré a tu hija”. Pero él no quiso y me mostró una cantidad inmensa de oro a disposición de su hija, ya que era rey.

 

5 La adornó con oro y perlas e hizo que ella, luciendo toda su belleza, nos escanciara en el banquete.

 

6 El vino desvarió mis ojos, y el placer cegó mi corazón.

 

7 Enamorado de ella, caí y transgredí el mandamiento del Señor y de mis padres tomándola como mujer.

 

8 Pero el Señor me pagó de acuerdo con los designios de mi corazón, puesto que no sentí alegría con sus hijos.

 

Cap. 14

 

1 Hijos míos, no se embriaguen de vino, porque éste aparta la mente de la verdad, la impulsa al ímpetu del deseo y conduce los ojos hacia la perdición.

 

2 Pues el espíritu de la fornicación utiliza al vino como servidor para proporcionar placer a los sentidos; ambos roban también la fuerza del hombre.

 

3 Si alguno bebe vino hasta embriagarse, éste excita su mente hacia la fornicación por medio de sucios pensamientos y caldea su cuerpo para la unión carnal, y si se halla presente la causa del deseo, comete el pecado sin el menor pudor.

 

4 Así es el vino, hijos míos, porque el borracho no se avergüenza ante nadie.

 

5 A mí, pues, me extravió también él para que no sintiera vergüenza ante la muchedumbre de los ciudadanos: a los ojos de todos me incliné ante Tamar. Cometí un gran pecado y levanté el velo de la impureza de mis hijos.

 

6 Por culpa del vino no sentí respeto del mandamiento de Dios y tomé como mujer a una cananea.

 

7 Por ello, el que bebe vino necesita inteligencia, hijos míos. Y ésta es la sensatez en la bebida: beber sólo mientras se mantiene la decencia.

 

8 Pero si se pasa esta frontera, (el vino) irrumpe en la mente y suscita al espíritu del error y hace al ebrio hablar lo indecoroso, transgredir la ley sin sentir vergüenza, llegando incluso a gloriarse en el deshonor juzgándolo algo hermoso.

 

Cap. 15

 

1 El fornicario no siente que sufre daño ni se avergüenza cuando pierde la honra.

 

2 Uno que fornica, aunque sea rey, queda desposeído de la realeza, pues resulta esclavo de la fornicación, tal como me ocurrió a mí.

 

3 Entregué mi báculo, es decir, el apoyo de mi tribu; mi cinturón, es decir, mi poderío, y la diadema o, lo que es lo mismo, la honra de mi reino.

 

4 Luego, arrepentido de ello, ni gusté del vino ni de la carne hasta mi senectud, ni gocé de ningún tipo de alegría.

 

5 El ángel del Señor me indicó que las mujeres dominan siempre tanto al rey como al mendigo.

 

6 Al rey le despojan de su honor, al valiente de su energía y al menesteroso hasta del más pequeño sustento de su pobreza.

 

Cap. 16

 

1 Guarden, pues, hijos míos, el límite del vino, pues hay en él cuatro espíritus malvados: del deseo, del ardor, del libertinaje y del lucro infame.

 

2 Si beben vino en momentos de alegría, háganlo con temor de Dios y guardando la compostura. Si no beben con esta disposición y se aparta de ustedes el temor de Dios, vendrá luego la embriaguez, y con ella se introducirá la desvergüenza.

 

3 Si no (guardan la compostura), no beban en absoluto, para que no pequen con palabras ultrajantes, en peleas, calumnias y transgresiones de los mandamientos de Dios, pereciendo antes de hora.

 

4 El vino descubre a los extraños los secretos de Dios y de los hombres, al igual que yo revelé los mandatos de Dios y los secretos de mi padre Jacob a Besué, la cananea, a quien Dios ordenó no desvelárselos. El vino es causa de disputa e intranquilidad.

 

Cap. 17

 

1 Les ordeno, pues, hijos míos, que no pongan su amor en el dinero ni dirijan su mirada a la belleza de las mujeres, porque por el dinero y la hermosura me extravié con Besué, la cananea.

 

2 Yo sé que, por culpa de esas dos cosas, ustedes, mi raza, caerán en el mal.

 

3 Sé también que esas dos cosas echarán a perder a los sabios de entre mis hijos y harán que mengüe el reino de Judá, que me otorgó el Señor por la obediencia a mi padre.

 

4 Pues nunca entristecí a Jacob, mi padre, ya que ejecuté todo lo que me ordenó.

 

5 Abrahán, el padre de mi padre, me prometió en su bendición que había de reinar en Israel, y del mismo modo me bendijo Isaac.

 

6 Yo sé que de mí se establecerá la realeza.

 

Cap. 18

 

1 También he leído en los libros de Enoc el justo las maldades que cometerán en los días postreros.

 

2 Guárdense, pues, hijos míos de la fornicación y del amor al dinero; escuchen a Jacob, su padre,

 

3 porque tales cosas los apartan de la ley de Dios y ciegan las deliberaciones de la mente.Inculcan el orgullo, y no permiten al hombre apiadarse de su prójimo.

 

4 Privan al alma de toda bondad y lo constriñen a trabajos y labores; le roban el sueño, y le consumen las carnes.

 

5 Ponen trabas a los sacrificios a Dios, no se acuerdan de su alabanza, no obedecen las palabras de los profetas y odian los discursos piadosos.

 

6 Sirviendo a dos pasiones contrarias a los mandatos de Dios, el hombre no puede obedecer a la divinidad; aquéllas ciegan su alma y camina durante el día como si fuera de noche.

 

Cap. 19

 

1 Hijos míos, el amor al dinero conduce a los ídolos: (los hombres,) engañados por él, creen en dioses que no son. La avaricia hace caer en el desvarío al que la posee.

 

2 Por el dinero perdí yo a mis hijos, y habría muerto sin ninguno a no ser por la penitencia de mi carne, la humildad de mi alma y las plegarias de Jacob, mi padre.

 

3 Pero el Dios de mis padres, compasivo y misericordioso, me perdonó porque obré por ignorancia.

 

4 El príncipe del error me cegó, y no tuve en cuenta cómo el hombre y la carne están corrompidos por el pecado. Pero aprendí mi debilidad cuando pensaba que era invencible.

 

Cap. 20

 

1 Sepan, pues, hijos míos, que dos espíritus tienen su asiento en el hombre: el de la verdad y el del error.

 

2 En medio de ellos se halla el espíritu intelectivo de la mente y se inclina adonde quiere.

 

3 Las obras de la verdad y las del error están escritas sobre el pecho del hombre, y el Señor conoce cada una de ellas.

 

4 No hay momento en el que puedan pasar inadvertidas las obras humanas porque están grabadas ante el Señor sobre el pecho, en sus huesos.

 

5 El espíritu de la verdad da testimonio de todo lo bueno y acusa de lo malo. El pecador queda envuelto por el fuego de su propio corazón y no puede levantar su rostro hacia el Juez.

 

Cap. 21

 

1 Ahora, hijos míos, amen a Leví, para que permanezcan en pie; no se levanten contra él, para que no perezcan.

 

2 A mí me otorgó el Señor el reino, pero a él el sacerdocio, subordinando el primero al segundo.

 

3 A mí me dio lo terrenal; a él, lo celestial.

 

4 Como supera el cielo a la tierra, así aventaja el sacerdocio de Dios a la realeza terrenal, si el primero no se aparta del Señor por el pecado ni se ve dominado por la realeza terrestre.

 

5 A él y no a ti ha elegido el Señor para acercarse a Él, para comer de su mesa y de sus primicias, las delicias de los hijos de Israel.

6 Tú reinarás en Jacob y serás para ellos como el mar. Como en el piélago los justos y los injustos son llevados de un lado a otro, los unos como cautivos y los otros enriqueciéndose, así habrá en ti toda clase de hombres: unos sufrirán

peligros y caerán prisioneros; otros se enriquecerán por la rapiña.

7 Los reyes serán como grandes cetáceos, tragándose a los hombres como peces. Esclavizarán a los libres, hombres y mujeres, y expoliarán casas, campos, rebaños y riquezas.

 

8 Llenarán impíamente los buches de cuervos e ibis con las carnes de muchos. Adelantarán en la maldad, enorgulleciéndose en su avaricia.

 

9 Serán falsos profetas, como huracanes, y perseguirán a todos los justos.

 

Cap. 22

 

1 El Señor atraerá sobre ellos divisiones de unos con otros, y habrá continuas luchas en Israel.

 

2 Mi reino acabará entre gentes extrañas, hasta que venga la salvación de Israel, (hasta la venida del Dios justo), para que Jacob (y todos los pueblos) puedan descansar en paz.

 

3 Él guardará la fortaleza de mi reino para siempre, pues el Señor me juró solemnemente que permanecería la realeza de mi descendencia en todo momento, por siempre.

 

Cap. 23

 

1 Siento mucha pena, hijos míos, por las inmoralidades, magias y actos idolátricos que ejecutarán contra el reino, siguiendo los pasos de adivinos, démones y erróneos augurios.

 

2 Harán de sus hijas bailarinas y cortesanas y se mezclarán con las abominaciones de los gentiles.

 

3 Por ello atraerá el Señor sobre ustedes hambre y peste, muerte y espada vengadora, asedio de ciudades, perros que desgarran las carnes de sus enemigos, insultos de los amigos, perdición e inflamación de ojos, aniquilación de los hijos, rapto de las esposas, rapiña de sus bienes, incendio del templo de Dios, desolación de su tierra y cautividad entre los gentiles.

 

4 De entre ustedes castrarán los eunucos para sus mujeres.

 

5 Pero cuando se vuelvan al Señor con un corazón perfecto, arrepentidos y caminando según todos los mandamientos de Dios, los visitará el Señor con misericordia y los sacará de la esclavitud de sus enemigos.

 

Cap. 24

 

1 Después de esto se levantará en paz un astro de la estirpe de Jacob (y surgirá un hombre de mi semilla como sol justo, caminando junto con los hijos de los hombres en humildad y justicia, y no se hallará en él ningún pecado.

 

2 Los cielos se abrirán sobre él para verter las bendiciones del Espíritu del Padre Santo. Él mismo derramará también el espíritu de gracia sobre ustedes.

 

3 Serán sus hijos en la verdad y caminarán por el sendero de sus preceptos, los primeros y los últimos.

 

4 Éste es el retoño del Dios Altísimo y la fuente misma para vida de todo ser humano).

 

5 Brillará entonces el cetro de mi reino, y de su raíz nacerá un tallo.

 

6 En él surgirá un báculo justo para los gentiles, para hacer justicia y salvar a cuantos invoquen al Señor.

 

Cap. 25

 

1 Luego, volverán a la vida Abrahán, Isaac y Jacob; y mis hermanos y yo seremos jefes de nuestras tribus en Israel: Leví, el primero; yo, el segundo; el tercero, José; el cuarto, Benjamín; el quinto, Simeón; el sexto, Isacar, y así, sucesivamente, todos.

 

2 El Señor bendecirá a Leví; el ángel de la faz, a mí; las potestades gloriosas, a Simeón; el cielo, a Rubén; a Isacar, la tierra; el mar, a Zabulón; las montañas, a José; la tienda, a Benjamín; las luminarias del cielo, a Dan; las delicias, a Neftalí; el sol, a Gad; los olivos, a Aser.

 

3 Habrá un solo pueblo del Señor y una lengua; no existirá ya el espíritu engañoso de Beliar, porque será arrojado al fuego para siempre jamás.

 

4 Los que hayan muerto en la tristeza resucitarán en gozo, y los que hayan vivido en pobreza por el Señor se enriquecerán; los necesitados se hartarán; se fortalecerán los débiles, y los muertos por el Señor se despertarán para la vida.

 

5 Los ciervos de Jacob correrán con gozo, y las águilas de Israel volarán con alegría; (los impíos se lamentarán; gemirán los pecadores), y todos los pueblos alabarán al Señor por siempre.

 

Cap. 26

 

1 Guarden, pues, hijos míos, toda la ley del Señor, porque hay una esperanza para todos los que hacen rectos sus caminos.

 

2 Les dijo: Hoy muero ante sus ojos con ciento diecinueve años.

 

3 No me entierren con un vestido lujoso ni me abran el vientre, porque tales cosas hacen los reyes, sino condúzcanme a Hebrón con ustedes.

 

4 Tras haber dicho estas palabras, se durmió Judá. Sus hijos hicieron según lo que les había ordenado y lo enterraron en Hebrón con sus padres.

 

 
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