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  Testamento de Isacar
 

 

 

TESTAMENTO DE ISACAR

 

Cap. 1

 

1 Copia de las palabras de Isacar. Convocó a sus hijos y les habló así: Escuchen, hijos, a Isacar, su padre; presten oído a las palabras del amado del Señor.

 

2 Nací como quinto hijo de Jacob, como premio por las mandrágoras.

 

3 Rubén trajo mandrágoras del campo; Raquel le salió al encuentro y se las quitó.

 

4 Lloraba Rubén por ello, y a sus gritos salió Lía, mi madre.

 

5 Estas mandrágoras eran manzanas de excelente aroma, producidas por la tierra de Arán, en las alturas, bajo una catarata escarpada.

 

6 Dijo Raquel: No te las devolveré; serán mías en vez de hijos.

 

7 Eran dos manzanas. Replicó Lía: Debiera bastarte el haberme arrebatado al varón de mi doncellez. ¿Vas a llevarte también éstas?

 

8 Respondió: Que Jacob pase contigo esta noche por las mandrágoras de tu hijo.

 

9 Dijo Lía: No seas jactanciosa ni te gloríes: Jacob es mío; yo soy la mujer de su juventud.

 

10 Raquel replicó: ¿Cómo? Él fue primero mi prometido y por mí sirvió a mi padre catorce años.

 

11 ¿Qué voy a hacer contigo, ya que han crecido los engaños y las maquinaciones de los hombres y el dolor avanza sobre la tierra? De lo contrario

no habrías visto el rostro de Jacob.

 

12 Pues tú no eres su mujer, sino que con engaño te introdujeron en vez de mí.

 

13 Mi padre me engañó y me hizo ir aquella noche a otro sitio, no permitiéndome ver nada. Si yo hubiera estado allí, no hubiera sucedido esto.

 

14 Añadió Raquel: Toma una mandrágora, y por la otra te dejo a Jacob durante una noche.

 

15 Jacob conoció a Lía, la cual quedó embarazada y me dio a luz. A causa de este salario fui llamado Isacar.

 

Cap. 2

 

1 Se le apareció entonces a Jacob un ángel del Señor y le dijo: Raquel parirá dos hijos, porque despreció la unión con varón y escogió la continencia.

 

2 Si Lía, mi madre, no hubiera cambiado las dos manzanas por la unión con Jacob, habría parido ocho hijos. Pero alumbró a seis, y Raquel los otros dos. El Señor la visitó por las mandrágoras,

 

3 pues vio que deseaba unirse a Jacob por los hijos, no por deseo de placer.

 

4 Al día siguiente volvió a ceder a Jacob para recibir la otra mandrágora. Así, por las mandrágoras hizo Dios concebir a Raquel.

 

5 Porque, apeteciéndolas, no las comió, sino que las ofreció al Señor en su templo, presentándoselas al sacerdote del Altísimo que oficiaba en aquel momento.

 

Cap. 3

 

1 Cuando crecí, caminé con rectitud de corazón. Me hice labrador de las tierras de mis padres y hermanos y les llevaba los frutos de los campos en cada estación.

 

2 Mi padre me bendijo, pues vio que procedía con sencillez.

 

3 No era entrometido, ni malvado, ni malicioso con mi prójimo.

 

4 No hablaba mal de ninguno ni criticaba la vida de nadie, procediendo con ojos sencillos.

 

5 Por esta razón tomé mujer a los treinta años, porque la tarea devoraba mi energía. No tenía la mente puesta en el placer que las mujeres proporcionan, sino que por el trabajo el sueño me vencía.

 

6 Mi padre se alegraba siempre por mi sencillez. Si conseguía algo con mi trabajo, ofrecía en primer lugar al Señor, por medio del sacerdote, los frutos y las primicias; luego, a mi padre, y en tercer lugar venía yo.

 

7 El Señor duplicaba los bienes por mis manos, y Jacob sabía que Dios cooperaba con mi sencillez.

 

8 A los pobres y afligidos les proporcionaba los bienes de la tierra con sencillez de corazón.

 

Cap. 4

 

1 Óiganme ahora, hijos míos, y procedan con sencillez de corazón, porque sé que en ella reside toda la complacencia del Señor.

 

2 El sencillo no ansía el oro, no abusa de su prójimo, no anhela los variados manjares, no gusta de vestimentas especiales,

 

3 ni se desea a sí mismo una vida larga en años, sino que espera sólo la voluntad de Dios.

 

4 Los espíritus del error nada pueden contra él, pues no pretende complacerse en la belleza mujeril para no manchar su mente con desvaríos.

 

5 La envidia no se introduce en sus deliberaciones, ni la malicia se apodera de su alma, ni piensa continuamente en la abundancia con insaciable deseo.

 

6 Procede con rectitud de alma, y todo lo contempla con sencillez de corazón, no aceptando en sus ojos las maldades del error mundano para no ver torcidamente los mandamientos del Señor.

 

Cap. 5

 

1 Guarden la ley de Dios, hijos míos, y consigan la sencillez; caminen sin malicia, no indagando indiscretamente en los mandamientos de Dios ni en las acciones del prójimo.

 

2 Amen, por el contrario, al Señor y al prójimo y tengan compasión del pobre y del débil.

 

3 Ofrezcan sus espaldas a la agricultura y afánense en las labores de la tierra, en toda clase de labranza, presentando al Señor con alegría los dones.

 

4 Porque el Señor te ha bendecido con las primicias de la tierra, tal como bendijo a todos los santos desde Abel hasta ahora.

 

5 Pues no se te ha dado otra herencia que la grosura de la tierra, cuyos frutos nacen con trabajo.

6 Mi padre Jacob me bendijo con la bendición de la tierra y con las primicias de los frutos.

 

7 Leví y Judá han recibido la gloria del Señor entre los hijos de Jacob, pues él

ha repartido su herencia: a uno, el sacerdocio; al otro, la realeza.

8 Obedézcanles, pues, y procedan con la sencillez de su padre... (porque a Gad le ha sido concedido aniquilar las hordas piráticas que acosan a Israel).

 

Cap.6

 

1 Yo sé, hijos míos, que en los últimos tiempos dejarán sus hijos la sencillez y se unirán a deseos insaciables. Abandonando la inocencia se acercarán a la malicia, y olvidando los preceptos del Señor se harán discípulos de Beliar.

 

2 Dejando a un lado la agricultura, seguirán las malvadas intenciones de sus pensamientos. Se verán dispersados entre los pueblos y servirán a sus enemigos.

 

3 Digan estas cosas a sus hijos para que, si pecaren, se vuelvan rápidamente hacia el Señor.

 

4 Porque él es misericordioso y se apiadará de ellos para hacerlos volver hacia su patria.

 

Cap. 7

 

1 Tengo ahora ciento veintidós años y no tengo conciencia de que haya habido en mí pecado mortal.

 

2 No he conocido a ninguna mujer, salvo la mía, ni forniqué alzando mis ojos.

 

3 No he bebido vino hasta el desvarío, ni deseé los bienes apetecibles de mi prójimo.

 

4 El engaño no se asentó en mi corazón, ni la mentira subió a mis labios.

 

5 Uní mis gemidos a los de los hombres doloridos, y di parte de mi pan a los pobres. No comía solo; no removí los mojones. Durante toda mi vida fui piadoso y dije verdad.

 

6 Amé al Señor con todas mis fuerzas, e igualmente a los hombres como a mis hijos.

 

7 Hagan lo mismo, hijos míos, y el espíritu de Beliar huirá de ustedes, y ninguna obra malvada se enseñoreará de ustedes. Dominarán a las fieras salvajes, teniendo con ustedes al Dios del cielo (que camina con los hombres de sencillo corazón).

 

8 Les ordenó que le subieran a Hebrón y lo enterraran allí, en la cueva, con sus padres.

 

9 Extendió sus pies y murió, el quinto (de los hijos de Jacob), en una hermosa vejez pleno de vigor y con todos los miembros sanos. Y durmió el sueño eterno.

 

 

 

 

 

 
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