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  Baruc
 

¿Quién cruzó el mar, la encontró y la traerá por oro puro? Nadie conoce su vereda, ni piensa en su camino. Pero el que todo lo sabe, la conoce, y con su entendimiento la halló; el que preparó la Tierra para siempre, la llenó de cuadrúpedos. El que envía la luz y esta va, la llama de nuevo, ella le obedece con temor. Las estrellas brillaron en sus vigilias y se regocijaron cuando él las llamó, dicen: Aquí estamos; y así, con alegría, alumbraron al que las hizo. Este es nuestro Dios, y no hay otro comparado con Él, quien descubrió todo el camino del conocimiento, lo dio a Jacob su siervo y a Israel su amado. Después se mostró sobre la Tierra y conversó con los hombres.  1 Baruc 3:30-34

 

 
 


“Y escribí estas dos epístolas. Una la envié por medio de un águila a las nueve tribus y media; y la otra la envié a los que estaban en Babilonia por medio de tres hombres. Y llamé al águila y le dije estas palabras: El Altísimo te ha hecho la más grande de todas las aves. Y ahora, ve y no te quedes en ningún lugar, ni entres en un nido, ni te poses sobre ningún árbol, hasta que hayas pasado la anchura de las muchas aguas del río Éufrates y hayas ido a la gente que allí habita; y les transmitas esta epístola. Recuerda, además, que, en el tiempo del diluvio, Noé recibió de una paloma el fruto del olivo, cuando la envió desde el arca. Sí, también los cuervos servían a Elías y le llevaban comida, como se les había mandado. También Salomón, en el tiempo de su reinado, dondequiera que deseaba enviar o buscar algo, ordenaba a un pájaro y éste le obedecía conforme a su ordenanza. Y ahora, no te dejes fatigar; y no te desvíes a la derecha ni a la izquierda, sino vuela y ve por un camino directo, para que conserves el mandato del Poderoso, como te indiqué.” Segundo Libro de Baruc 77:19-26.


 


“Y he aquí un ave que volaba en círculos delante del sol, a unos nueve codos de distancia. Y le dije al ángel, ¿Quién es esta ave? Y me dijo: Este es el guardián de la Tierra. Y dije: Señor, ¿cómo es el guardián de la Tierra? Muéstrame. Y el ángel me dijo: Esta ave vuela junto al Sol, y expandiendo sus alas recibe sus rayos de fuego. Porque si no los recibiera, la raza humana no sería preservada, ni ninguna otra criatura viviente, pero Dios asignó a esta ave. Y extendió sus alas, y vi en su ala derecha letras muy grandes, tan grandes como el espacio de una era, del tamaño de unos cuatro mil modios; y las letras eran de oro. Y el ángel me dijo: Léelo. Y leí y decían así: Ni la tierra ni el cielo me impulsan, pero las alas de fuego me impulsan. Y dije: Señor, ¿quién es esta ave y cómo se llama? Y el ángel me dijo: Su nombre es Fénix.” 3 Baruc 6:3-11.


 
 
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